En ocasiones, cuando queremos comunicarnos con los demás, es tan grande nuestra urgencia y necesidad de expresar aquello que pensamos y sentimos, que no deparamos en la importancia que tiene transmitir un mensaje claro e inteligible, ni en captar la atención suficiente de nuestros interlocutores para que nuestro mensaje produzca el efecto deseado.
“No me miran, ¿será que el tema de conversación no les interesa?; Miran para otro lado, ¿me estarán escuchando?; Me contestan con ironías, ¿me estarán tomando en serio?; No me contestan, ¿comprenden lo que les estoy explicando?; No siguen la conversación, ¿estarán cansados?; Pero, ¿qué hacen?, ¡esto no es lo que les he explicado!; ¿Por qué me miran con esa cara… es que no me entienden?”.
Estas y otras muchas preguntas nos formulamos cada vez que advertimos que con nuestro mensaje no conseguimos de los demás aquello que en un principio nos habíamos planteado. Esto puede llevarnos a desmotivarnos y a alejarnos en muchas ocasiones de las personas, llegando a pensar que no somos lo suficientemente válidos para que los demás nos tengan en cuenta y nos tomen en serio.
En gran medida, que los demás nos tomen en serio cuando comunicamos y que nos entiendan, depende de nosotros mismos, es decir, de quien transmite la información, del emisor. El emisor es responsable de aquello que comunica y cómo lo comunica, de ahí la importancia de aprender a comunicarnos de forma efectiva, sabiendo escoger en cada momento y con cada persona nuestro mejor mensaje, en definitiva, nuestra mejor versión de nosotros mismos.
Saber comunicarnos de forma efectiva nos va a permitir hacernos entender, poner en común, pasar del yo al nosotros, compartir con los demás aquella información que en principio sólo yo conozco, lo cual es la finalidad primordial de todo acto comunicativo. También nos va a permitir ganarnos el respeto, la atención y la admiración de los demás, porque van a encontrarle el sentido y la utilidad a nuestros mensajes.
Cuando controlamos el acto comunicativo, lideramos la conversación y nos convertimos en personas influyentes, con carisma, pues somos capaces de transmitir todo lo que pensamos y sentimos, siempre y cuando tengamos en cuenta a los demás y los incluyamos en nuestro plan, pues eso los demás lo perciben, lo agradecen y actúan en consecuencia al sentirse valorados y respetados.
De ahí, pues, la importancia de determinar unas premisas básicas, unas claves que nos guíen en todas nuestras comunicaciones para que las mismas sean efectivas y nosotros podamos convertirnos en grandes comunicadores.
Primera Clave: Escoger el momento y el lugar adecuados
Cuántas veces habremos oído la expresión: “¡Qué suerte ha tenido!... la verdad es que estaba en el lugar adecuado y en el momento adecuado...”
Primordialmente, de eso se trata cuando queremos comunicarnos con los demás, de encontrar el momento y el lugar adecuados para transmitir nuestro mensaje. Un lugar y momento no sólo adecuados para nosotros, los emisores, sino también para quienes nos van a escuchar, los receptores.
De nada sirve prepararnos un buen discurso, una petición, una sugerencia si cuando lo voy a transmitir la otra persona no está en disposición de escucharnos, porque tiene prisa, o resulta que hay mucho ruido de fondo y no se nos escucha bien, o estamos de mal humor y no decimos las cosas con dulzura, o nos duele la cabeza y no somos capaces de explicar las cosas con claridad…
El éxito de nuestras comunicaciones depende en gran medida de este factor, el cual hay que tenerlo en cuenta siempre. Hemos de evitar la impulsividad de vaciarnos, pues de nada sirve si los demás no nos van a entender o nosotros, los que transmitimos, no somos capaces de expresar nuestro mensaje con la suficiente claridad.
Segunda Clave: Ordenar las ideas
El orden es fundamental en todos los aspectos de la vida. Es el punto de partida de todo lo que viene a continuación. Sin orden no hay claridad y sin claridad no hay comprensión.
En ocasiones habremos oído la expresión: “Ha empezado la casa por el tejado”. Esto traducido al tema que nos ocupa significa que antes de comunicar, ya sea de forma oral o escrita, hay que detenerse a pensar qué queremos decir y en qué orden vamos a transmitir esas ideas, pues la potencia de nuestro mensaje no va a ser la misma y la comprensión por parte del interlocutor tampoco.
Es importante ir de lo general a lo específico, enlazar unas ideas con otras, agrupar conceptos, poner ejemplos…, todo ello siguiendo un orden armónico que permita ir desarrollando un tema y a la vez que sea fácil de seguir y comprender.
Ordenar las ideas nos permite expresar todo aquello que queremos decir y nuestro interlocutor puede recordar y memorizar con mayor facilidad lo que le explicamos.
Tercera Clave: Simplificar el mensaje
Hay un dicho que dice que “menos es más” y cuánta razón hay en ello.
Presentar de una forma resumida nuestras ideas, es decir, transmitir la misma cantidad de información, pero con menos palabras, nos va a proporcionar una mayor calidad en nuestra comunicación.
Simplificar nuestros mensajes proporciona claridad a nuestra explicación y es una buena estrategia para que la atención de nuestro interlocutor no decaiga. Además, resumir las ideas va a facilitar la comprensión y la memorización de nuestra explicación por parte del interlocutor, lo cual va a dotar de mayor valor a nuestra intervención y todo lo que decimos.
Para simplificar y resumir es de vital importancia “saber de lo que estamos hablando”, documentarse bien, estar bien informado, pues ello nos permite destacar lo realmente importante, sin florituras.
Cuarta Clave: Desarrollar habilidades comunicativas
Las habilidades comunicativas son el conjunto de destrezas que ayudan a que la comunicación se desarrolle de forma exitosa.
Así pues, saber escuchar, hablar asertivamente, escribir correctamente, mostrar empatía, etc… son habilidades comunicativas imprescindibles para resultar creíble, inspirar confianza e influenciar en nuestro entorno.
Para ello es de vital importancia hacer un uso correcto de los tres tipos de lenguaje (verbal -lo que decimos-, no verbal -lo que hacemos- y paraverbal -cómo lo decimos-) y aprender técnicas de comunicación como la escucha activa que nos permiten desarrollar al máximo nuestras habilidades comunicativas.
Quinta Clave: Controlar las emociones
Nuestro estado de ánimo y nuestras emociones juegan un papel fundamental a la hora de transmitir nuestro mensaje. No es lo mismo estar alegres que tristes, con una actitud positiva o deprimida, tener miedo o confianza en nosotros mismos…
Como decíamos al inicio de este artículo, somos responsables de lo que decimos, de ahí, pues, la importancia de controlar todo aquello que decimos y cómo lo decimos.
Hemos de aprender a controlar nuestras emociones para que nuestros mensajes no se desboquen ni por exceso, ni por defecto, para que a los demás les resulte agradable estar a nuestro lado y creemos un clima de confianza a nuestro alrededor.
Para ello, primero de todo, debemos aprender a controlar nuestros pensamientos que son los que nos hacen sentir determinadas emociones y a su vez tenerlas bajo control.
Sexta Clave: Ser honesto y no Juzgar
No hay nada más potente en una comunicación que decir la verdad y ser consecuente con lo que uno piensa y siente.
Cuando nuestros mensajes están impregnados de honestidad los demás nos escuchan, nos valoran y nos respetan. La mentira desacredita y con ella, si nos descubren, perdemos la confianza de nuestro interlocutor con todo lo que ello conlleva.
Del mismo modo, escuchar sin juzgar a nuestro interlocutor es lo mejor que podemos hacer por él y por nuestra comunicación. A nadie le gusta que le juzguen, ni por sus comportamientos, ni por su forma de pensar… Juzgar genera barreras en la comunicación y de lo que se trata es de construir puentes que nos acerquen.
Séptima Clave: Practicar, practicar y practicar
Hay un dicho que dice que “la práctica hace al maestro”, pues eso es lo que necesitamos hacer para convertirnos en comunicadores efectivos: practicar, practicar y practicar.
Practicar con nuestra familia, con nuestros amigos, en nuestro trabajo, con los vecinos… no dejar nunca de practicar la comunicación, lo cual es algo que hacemos a diario, pero… ¿sabemos comunicar de forma efectiva?
Esa es la pregunta que nos tenemos que hacer, ese es nuestro punto de partida. Analizar aquello que hacemos cada día, quedarnos con aquello que nos funciona y desechar aquello que vemos que no nos da satisfacción… y, sobre todo, diseñar un plan de acción para nuestras comunicaciones, un camino que transitar, unas claves que nos permitan comunicar con criterio, con seguridad y con efectividad.
María del Carmen García Jiménez
Mediadora Profesional